18 de agosto de 2017

T'estimo

Barcelona
Te ves cualquier tarde de verano saliendo del hotel dispuesta a disfrutar de la ciudad. Giras a la izquierda dirección a la plaza. Te sientas en un banco y disfrutas del ir y venir de turistas, de los niños que comparten sus bocadillos con las palomas, de las parejas de enamorados creando sus primeros recuerdos de su viaje de novios, del grupo de amigos tirados en el suelo descansando de una larga caminata. 

Te apetece un café y no vas al sitio donde van todos. Te sientas en la terraza de una pequeña cafetería donde el olor a crepes de cholocate invanden toda la acera. 

Hay mucha gente, pero te sientes tranquila. Es una ciudad grande, pero acogedora. Te sientes casi en casa.

Necesitas oler el mar, la mar. 

Tus pies se encaminan calle abajo. Hueles a flores, se oyen risas de niños, te paras a contemplar estatuas llenas de vida, pintores mostrando su arte en la calle...

Miras ansiosa si llega el final de tu camino, le buscas para saber si has llegado a tu destino. Allí estás, en lo más alto, mirando al mar. Luces estupendo como siempre, esta ciudad te sienta bien. 
¿Cuántas historias habrás presenciado desde ahí arriba? Ojalá hubieras podido hablar para evitar este día.

Huele a mar. Tu mar. 

Y en ese momento te das cuenta de que eres feliz cada vez que la visitas, de que eres feliz cada vez que la recorres con las personas que amas, que eres feliz porque forma parte de ti.

Al inicio de este recorrido siempre bebes el agua de una fuente para poder volver algún día.No lo dudes, lo harás. Lo haré.

NO HAY MIEDO QUE SUPERE LAS GANAS DE VOLVER A PASEAR POR TUS CALLES.


Permitidme que termine esta entrada hoy con un poema de Raquel Lanseros

INVOCACIÓN

Que no crezca jamás en mis entrañas
esa calma aparente llamada escepticismo.
Huya yo del resabio,
del cinismo,
de la imparcialidad de hombros encogidos.
Crea yo siempre en la vida
crea yo siempre 
en las mil infinitas posibilidades.
Engáñenme los cantos de sirenas,
tenga mi alma siempre un pellizco de ingenua.
Que nunca se parezca mi epidermis
a la piel de un paquidermo inconmovible,
helado.
Llore yo todavía
por sueños imposibles
por amores prohibidos 
por fantasías de niña hechas añicos.
Huya yo del realismo encorsetado.
Consérvense en mis labios las canciones,
muchas y muy ruidosas y con muchos acordes.

Por si vinieran tiempos de silencio.


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